El Dios de Darwin

Dios siempre ha sido un puzzle para Scott Atran. Cuando tenía 10 años, dibujó unos garabatos en la pared de su habitación en Baltimore. 'Dios existe', escribió con pintura negra y naranja, 'o si no
existe, tenemos un problema.' Atran ha estado peleando por cuestiones sobre la religión desde entonces - por qué él ya no cree en Dios y por qué mucha otra gente, de todas las partes del mundo, aparentemente si lo hacen. Llámalo Dios; llámalo superstición; llámalo, como Atran lo llama, 'creencia en la esperanza más allá de la razón' - como quieras llamarlo, parece un inherente instinto humano para creer en algo transcendental, inconmensurable y sobrenatural, algo más allá del alcance del entendimiento de la ciencia. '¿Por qué cruzamos nuestros dedos durante una turbulencia, incluso el más ateo de nosotros?' , se preguntó Atran. Atran, de 55 años, es un antropólogo del Centro Nacional de Investigación Científica de París, cargo que comparte junto con los de la Universidad de Michigan y el Instituto de Justicia Criminal John Jay en Nueva York. El interés de su investigación incluye la ciencia cognitiva y la biología evolucionaria, y algunas veces obsequia a sus alumnos con una caja de madera que hace pasar como una reliquia africana. 'Si tenéis sentimientos negativos hacia la religión', les dice, 'la caja destruirá cualquier cosa que metáis dentro'. Muchos de sus estudiantes dicen que dudan de la existencia de Dios, pero en esta prueba ellos actúan como si creyeran en algo. 'Poned vuestro
bolígrafo dentro de la caja', les dice, y los no-creyentes lo hacen sin titubear. 'Poned vuestro carnet de conducir', dice, y la mayoría lo hacen, pero después de un significante rato de indecisión. Y cuando propuso la idea de meter las manos, pocos lo hicieron. Si no creen en Dios, ¿de que tenían miedo exactamente? Artículo completo (en inglés) en: The New York Times Magazine

1 comentario:

Irène dijo...

Nos cuesta reconocerlo pero la evidencia es que la religión y el hombre siempre han ido acompañados desde que el mundo es mundo.
Llamemoslo como queramos.